
La mayor parte de los conflictos en nuestras relaciones personales y profesionales surgen porque hemos adoptado roles que nos dificultan ser quien somos.
El desafío consiste en salirnos de él y, para ello, tenemos que identificar y tomar conciencia cual o cuales son esos roles que no nos dejan tener una relación saludable donde poder ver al otro y ser honestos con nosotros mismos.
Lo primero es reconocer en que rol estamos y cual es nuestra actitud ante el otro. Como por ejemplo:
Perseguidor, víctima o salvador etc….
Pues bien, una vez que hemos identificado en una relación concreta qué papel jugamos nosotros y las personas que nos rodean, el siguiente paso consiste en salirse del triángulo dramático, lo que se consigue cuando asumimos la responsabilidad de nuestra propia felicidad y bienestar.
Para conseguirlo a través del proceso terapéutico trabajaremos según nuestro rol principal o nuclear, asumir la parte de responsabilidad que nos corresponde, aceptar nuestra propia vulnerabilidad y pasar al personaje en el que nos sentimos equilibrados.
El cambio consistiría en conocer nuestro personaje y pasar a decidir que lugar queremos tener en la relación para tomar nuestras propias decisiones.
Así podremos cultivar relaciones saludables.